lunes, 4 de mayo de 2020

Ganar perdiendo. Perder ganando.

Solo hacía unos pocos meses que habíamos pasado a la categoría alevín y ya parecían una lejana ilusión los tiempos en la escuela del club. Esto se debía al gran salto que se produce en el rugby a esa edad, con tremendos cambios en muchos aspectos. Entre ellos, el que motiva una entrada como esta tiene que ver con el hecho de participar por primera vez en una liga. Y es que no se puede negar que pasar a tener un marcador y una clasificación le da otro aliciente al trabajo de cada semana. En la escuela te diviertes, pero compitiendo tienes otro gusanillo, incluso aunque el objetivo principal siga siendo la formación de ls jugadors.


     Sin embargo, la cosa degenera cuando ese "gusanillo" se vuelve en presión por ganar y hace que ls entrenadors olvidemos nuestras auténticas responsabilidades para con nuestrs deportistas. Tristemente, está muy arraigada la idea de que solo quienes se imponen sobre sus rivales son ganadors, pero la auténtica desgracia se da cuando ls encargads de formar a ls jóvenes nos contagiamos de esa estrechez de miras y se la transmitimos a ell@s, incluso aunque estemos en escuela y no disputemos ninguna competición. 
     Y tengamos esto claro: lo que ls entrenadors creamos se lo transmitiremos inevitablemente a nuestrs jugadors. (1)

     Por supuesto que no hay que engañar a nadie: a tod@s nos gusta la victoria, pero deberíamos creer en otros logros más enriquecedores. Y si nos cuesta centrarnos en ellos haríamos bien en hacernos esta pregunta:

¿Por qué quiero que mi equipo gane?

Probablemente esta simple pregunta saque a relucir algunas disonancias de las que quizás ni éramos conscientes, y nos ofrezca otra perspectiva. Pero si seguimos sin verlo claro, entonces planteémonos esta otra cuestión:

¿Qué estoy dispuest@ a sacrificar para ganar?

Si hemos necesitado la segunda pregunta, posiblemente necesitemos también la aclaración de que los sacrificios que aquí son relevantes tienen que ver con la calidad de la experiencia que proporcionamos a ls muchach@s. Porque recordemos que esto todavía es rugby: ese deporte con tantos valores de los que tanto presumimos tantos, aunque tantas veces sean tan ignorados.


EL MARCADOR Y MUCHO MÁS

  
     Clive Woodward  fue el entrenador que en 2003 llevó a la selección inglesa a ser la única del hemisferio norte que ha conseguido la Copa del Mundo de Rugby.
     Pero incluso con ese objetivo en mente (sin duda, el mayor de los triunfos), Woodward consideraba que un equipo puede vencer a su rival y, aun así, no haber conseguido una auténtica victoria. Y basado en esta filosofía creó un baremos para evaluar si su equipo conseguia 'ganar' o '¡Ganar!' (la mayuscula y los signos de admiración, puestos por él mismo).
Sir Clive Woodward mostrando a 'Bill' tras la final del mundial de 2003.
El título del libro en el que explica su filosofía resume su programa en una palabra (con signos de admiración, recordemos)
que tiene aquí un significado más completo.
     Con ese propósito descompuso el proceso en siete elementos diferentes, de forma que, para él, sabes que estás ¡Ganando! cuando has conseguido:
  1. Más puntos en el marcador (lo obvio).
  2. Un desempeño de alto nivel en los aspectos clave de tu juego (todos mesurables).
  3. Un equipo que responde bien bajo presión (no mesurable).
  4. Una experiencia que se disfruta fuera de la cancha e inspira a todos.
  5. Jugarle y batir a equipos que sabes que pueden ganarte (competitividad).
  6. Hacer aplaudir a ls espectadores con el buen juego del equipo.
  7. Saber que puedes hacerlo regularmente.    
     Cada cual puede añadir o quitar algún objetivo de la lista, priorizar unos u otros, pero ¿quién no querría que su equipo alcanzara estas siete "victorias" y no solo la del tanteo? Entonces ya tenemos seis logros razonables que (muy probablemente) estaremos sacrificando si nuestra única meta es ganar el partido. O, en otras palabras, sacrificando seis formas de enriquecer el desarrollo de nuestrs deportistas. Es decir: seis formas de perder, a pesar de haber ganado.

   Es muy importante darse cuenta de que un hombre como Woodward reservaba en su lista de objetivos un punto para el disfrute de sus jugadores (y del resto de su staff). Pero el punto 5 aporta, para mí, un interesante matiz: no se trata de ganar a cualquier equipo y anotarse una víctima más.
     Trasladado a las categorías formativas, tod@s hemos podido comprobar que un partido que termina 100-0 realmente nunca llegó a disputarse. En un encuentro con el marcador tan desequilibrado la victoria nunca habrá estado en riesgo, pero sí el aprendizaje, tanto en un lado como en el otro. Por ello, deberíamos relativizar nuestros logros, pero también nuestros objetivos. Sobre todo si nos imponemos abrumadoramente a un conjunto inferior para caer después ante un rival de nivel similar al nuestro. (2) 


LOS MEDIOS ANTES QUE LOS FINES


El ejemplo en el que nos fijamos ahora es el de Bill Walsh, que en los años 80 se convirtió en una leyenda como coach de fútbol americano. Recaló en los San Francisco 49ers cuando esta era la peor franquicia de la NFL y la llevó a establecerse como una "dinastía", consiguiendo 4 anillos de campeones en menos de una década. (3)
     Su enfoque a la hora de dirigir a su equipo no ponía el énfasis en el objetivo final (el partido, el título), sino en los procesos mediante los que han de conseguirlo. Su filosofía se basaba en perseguir la excelencia en el desempeño de todas las tareas que rodeaban a la preparación del equipo. Y se refería exactamente a todas las tareas, ¡empezando por cómo las secretarias de la franquicia respondían al teléfono!
     Esto era así porque cada detalle contribuye a formar la cultura y el carácter de un grupo y, como él mismo decía, la cultura precede a los resultados positivos: solo actuando como campeones se llega a ser campeones. (4)

     Cuando todo está en su sitio, cuando todo el mundo da lo mejor, solo queda vencer o seguir mejorando. De ahí que el objetivo de Walsh fuera que alcanzaran la excelencia (en técnica y conducta). Y por ello entendía que su prioridad era enseñar (!), para poder mejorar el rendimiento de sus hombres, de forma que ganar se convirtiera en una mera consecuencia de la actitud y el trabajo de todos.
     Comprendía que cuando ls jugadors se centran en hacer las cosas bien pueden despreocuparse del marcador, porque este ya se ocupará de si mismo. "Que el rival se preocupe de eso".


La filosofía de Bill Walsh, igualmente resumida en el título de su libro (póstumo). El mítico entrenador de baloncesto John Wooden también la hizo suya: el marcador se ocupará de sí mismo cuando tú te ocupes del esfuerzo que precede al marcador, escribió.
Es una excelente consigna para transmitirle a nuestros jugadores.









     

DE VUELTA A LA TIERRA

  
   Puede parecer contradictorio apelar al ejemplo de profesionales que, precisamente, lo ganaron todo, pero realmente la paradoja estaría en que, a pesar de esos logros y de ser profesionales a los que pagaban precisamente para ganar, sus enfoques eran más amplios y enriquecedores.
Trasladémoslo a las escuelas de rugby, donde el objetivo no suele ser ese (¡en algunas edades ni siquiera se cuentan los puntos!) y menos aún se paga a ls formadors para conseguirlo: ¿por qué fomentar, pues, esa necesidad entre nuestrs chics? Si los grandes profesionales que aspiran al número uno saben ver más allá del resultado; ¿cómo podríamos nosotrs, cuyo cometido es formar a deportistas jóvenes, justificar la estrechez de miras de tenerlo como principal referencia?

Un poco más de perspectiva aún. Hace poco el exseleccionador argentino Daniel Hourcade estuvo por nuestras tierras y lanzaba una pregunta reveladora: ¿quién se acordará dentro de tres años de qué equipo ganó un campeonato juvenil regional? Exacto: nadie. Sin embargo, continuaba, dentro de 20 años sí que podremos ver en qué tipo de personas se habrán convertido ls jugadors que tuvimos a nuestro cargo y qué influencia ejercimos en ell@s. Y eso es lo que debería importarnos más que nada.

Pero la realidad es que el objetivo de ganar suele establecerse para satisfacer el ego del/la entrenador/a, aunque sea de forma inconsciente, en vez de priorizar el aprendizaje para sus pupil@s. Como si fuera a conseguir una prima, mayor prestigio, o que le fiche el club de sus sueños.
Por eso, al preguntarnos ‘¿para qué quiero ganar?’, lo primero que nos venga a la mente será un fiable indicador: ¿tiene que ver con nuestra sensación de triunfo?, ¿con el beneficio para toda mi plantilla?

Recordemos que la experiencia nos ha mostrado muchas veces que cuando todo se basa en los resultados y a ls jugadors se les transmite que vencer es lo importante, los valores deportivos son sacrificados. Se abre la puerta a la aparición de “estrellas”, a la indisciplina, a las excusas, al juego sucio y a otras actitudes poco ejemplares y que nos gusta asociar a otros deportes sintiéndonos superiores.
Cuando esto ocurre estamos abdicando de nuestra responsabilidad y defraudando a ls muchachs que tenemos a nuestro cargo.

     No se comprende a estas alturas de siglo XXI, tras tantos años poniéndose el foco en una (ya no tan) "nueva" pedagogía, que aún quede alguien por convencer y que defienda el llamado enfoque centrado en el entrenador, perjudicando la formación de sus deportistas.

     Pero, ay, quienes ya estamos convencids tampoco estamos libres de cometer pecados similares y no siempre demostramos tener claro que todo esto lo hacemos por ell@s y no por nosotrs. (5)


Las palabras de Hourcade resultan muy confortantes para quienes creemos en esto por tratarse de un referente de enorme talla (y no es el único). Entre otras cosas, reafirma la importancia y dificultad de nuestro papel como formadors (en cambio, su rol era muy sencillo, explica: si no le gustaba un jugador lo cambiaba por otro), puesto que 
lo más importante es ayudar a ls jugadors a formarse como personas. 


LA RESISTENCIA CONTRA LA TIRANÍA


Abstraerse de lo que dicta el marcador no es tan fácil como decirlo: nos gusta ganar. Sin duda es algo gratificante por sí mismo. Y además está la creencia de que se nos valorará según los tanteos que cosechen nuestrs jugadors. Como si la valía de una maestra se midiese por las notas de sus alumnos.
Esto se explica en gran medida por la cultura exitocéntrica en la que vivimos, pero debemos esforzarnos por crear una cultura propia, más edificante, en el entorno en el que tengamos influencia. Merece la pena, aunque sea una burbuja en el océano.

Creo que disponemos de dos poderosas armas para conseguirlo y, entre todos, oponerle resistencia a la tiranía del resultado, pero tendremos que afilarlas un poco.

Cohesión


Esta se forja a base de grandes cantidades de comunicación. Cuando la información (útil) fluye abundante y eficazmente entre todos los grupos de una entidad y en todas direcciones se fortalece la cohesión y se logran consensos que la apuntalan.
Pero cuando se escatima en este aspecto, los resultados, publicados cada semana, son la única información que los demás reciben, incluso dentro del propio club, sobre el desempeño de cada categoría. Por eso se puede caer en la convicción de que es la única forma en que el trabajo de cada semana será valorado.

En cambio, en un entorno cohesionado habrá una cultura de grupo sólida, con objetivos, principios y forma de trabajar compartidos. También habrá un continuo intercambio entre entrenadors de los distintos grupos y con sus coordinadors, e incluso con la masa social. Este feedback continuo es esencial para la cooperación y el acierto en las soluciones.
Por último, la cohesión favorece que la gente se interese por los diferentes equipos de su club y no solo por aquellos a los que esté directamente vinculada. Y que acuda a verlos jugar y que conozcan y se interesen por sus circunstancias y no solo su clasificación. (6)

Empatía


A veces no mostramos la empatía suficiente hacia nuestrs colegas en los banquillos. Así de simple. No diré que sea la norma, pero en ocasiones me asombra lo fácil que nos parece resolver los problemas de plantillas que no son la nuestra.
En muchos partidos puede oírse cómo cualquier míster presente ha dado fácilmente con las claves para mejorar el juego de ls que están en el campo. Pareciera que, si les dejaran, en un par de sesiones resolverían todas sus carencias, independientemente de si son capaces de conseguirlo con sus propios jugadors. ¿No lo hemos vivido tod@s alguna vez (o muchas)?

No hace falta decir que cada grupo de deportistas tiene sus particularidades y quienes mejor las conocen son sus responsables, y también cómo trabajan cada semana y con qué objetivos y cuál es su evolución. Pero por encima de todo, llevar un equipo de rugby no es una tarea sencilla y eso es algo que aprendemos en nuestras carnes. Por eso, no tendríamos que ver tan claro lo que ls demás necesitan y sí interesarnos más por conocer sus circunstancias. Así fomentaremos la cooperación (¡y el aprendizaje!), en vez de la competencia y la crítica estéril..


Estoy convencido de que usando estas dos armas (o herramientas) estaremos ayudándonos entre tod@s a no caer en el resultadismo, a crear un entorno en el que nadie se sienta (so)juzgado por un marcador o una clasificación, que es una de las razones por las que algún@s se someten a su tiranía.
 Y lo mejor es que estas armas tienen la propiedad de afilarse más cuanto más se usan.

Dialoguemos más. Sentenciemos y alardeemos menos. Preguntemos mucho más y no creamos que si un/a colega nos consulta es porque sabe menos que nosotrs: dudar no es síntoma de ignorancia, sino de aprendizaje. Intercambiemos nuestras experiencias en esto de intentar enseñar un deporte a nuestros equipos, además de valores, y mantenerlos motivados y unidos (casi nada). Tengamos siempre presente que no es fácil y que no hay receta mágica. Escuchemos.

En la última gira de los Lions (2017) la serie de tests acabó con una victoria para los All Blacks, otra para los británicos y un empate. ¿Resultado global?: empate.
Que se contemple esta posibilidad (prescindiendo de jugar prórroga o contar puntos a favor y en contra) y disfruten ambos equipos del trofeo me parece de lo más grande que nos ofrece el rugby: no siempre ha de haber un ganador y un perdedor. (*)


El objetivo de este post solo puede ser invitar a reflexionar. Un granito más para ayudar a extender un entorno más adecuado para enseñar y aprender (y aquí hablo de nosotrs). Estaría bien, entre tod@s frenar esa tendencia en la que cada vez reconozco menos al rugby. Pero primero nos lo hemos de creer nosotr@s mism@s.
Y como ganar y perder tienen mucho que ver con las expectativas, aprender a establecer objetivos adecuados ha de ser también una de nuestras prioridades.

     Sé que much@s comparten esta forma de pensar. Y al conocer la “teoría” la mayoría podemos pensar que estamos vacunads, pero no es así. Hay una manera muy sencilla de comprobarlo: preguntando a un/a colega cómo va su equipo, qué tal le va con sus chic@s (así, en general). Fijaos cuánt@s responden refiriéndose a marcadores y clasificaciones. Demasiado a menudo tengo que volver a hacer la pregunta porque esa respuesta no es la que me interesa.
     Y esa es la prueba del 9 (o del 8 y medio, por lo menos). Ahí se evidencia cuál es la principal preocupación de cada entenador/a. ¿Qué respuesta crees que darías? Recurrir al feedback de nuestrs compañers puedes sernos útil. (7)


*              *              *

Más arriba hemos dicho que nadie se acordará de quién ganó el campeonato juvenil de tal o cual año. Ahora puedo decir que eso es mentira: lo recordarán los miembros del equipo. Y como ese triunfo no pervivirá en ninguna crónica del deporte, les debemos que cada un@ de ell@s pueda sentirse orgullos@ de lo que aprendió y emocionarse con los recuerdos de la experiencia. Conseguir que sea un triunfo de todo el grupo, a base de trabajo, pero disfrutando.
     Y tanto el aprendizaje como el recuerdo podrán ser igual de satisfactorios incluso sin haber logrado ninguna gran victoria, siempre y cuando esa no fuese la única meta. Porque hay mucho que ganar, incluso perdiendo. Y viceversa.

     Se suele decir en el mundillo (para quien quiere escucharlo) que el mayor logro de un/a entrenador/a es que sus jugadors vuelvan la temporada siguiente. Pero como tantos personajes exitosos han dejado tantas citas en la misma línea que este post, no me resisto a utilizar una que lo expresa mucho mejor:


El éxito se mide por la cantidad de ojos
que brillan a tu alrededor (8)


     ¿Has reconocido alguna de las situaciones expuestas? ¿Te convence tanto la "teoría" como convence tu práctica? ¿Tus jugadors son conscientes de que hay otras formas de "ganar"? ¿Qué crees que les transmiten tus decisiones y tus actitudes? ¿Respetamos a ls árbitros tanto como les decimos a nuestrs jugadors que les respeten? ¿Si el objetivo de tu equipo es ganar, os convertís en perdedores cuando no lo conseguís?